"Para mí, de todos los panes bregados candeales en sus distintos formaros, la Fabiola es el más gastronómico porque, aunque se creó para competir con la barra de flama, fije evolucionando por razones sensuales en la búsqueda del pan más crujiente".
Para mí, de todos los panes bregados candeales en sus distintos formaros, la Fabiola es el más gastronómico porque, aunque se creó para competir con la barra de flama, fije evolucionando por razones sensuales en la búsqueda del pan más crujiente. Me explico, porque lo he vivido desde sus orígenes en la ciudad de Palencia. En primer lugar, reivindico su palentinismo indudable, que pretenden secuesttar los vallisoletanos, que la han incluido en su marca de garantía pionera Pan de Valladolid, impidiendo o retrasando el desarrollo de la Marca Fabiola de Palencia.
Fueron las familias Campillo y Mendiguchía, panaderos de la ciudad de Palencia, quienes, viendo que se comenzaba a imponer el consumo de barras de flama, por sus usos más versátiles, sobre todo en la preparación de bocadillos, consideraron necesario buscar una solución. Descendía constantemente el consumo de pan candeal en sus habituales presentaciones de panes redondos, de canteros y lechuguino, cuyo precio era más elevado y les interesaba producir, porque obtenían mayores beneficios. En el año 1955 decidieron elaborar una barra de pan candeal, con un corte centtal longitudinal, semejante a la barra de flama, y con la que sus dientas pudieran preparar bocadillos. La barra candeal empezó a tener cierto éxito en 1960, coincidiendo con la boda del tey Balduino de Bélgica con la española Fabiola de Mora y Aragón.
Un éxito fundamentado más en su calidad, mayor sabor y textura más crujiente, que en su uso para preparar bocadillos. Las dientas no sabían cómo llamar a la barra candeal y sus tertulias en las panaderías comentando la boda de Fabiola, que habían visto por televisión, provocó la denominación.
Imagínense la escena. Una panadería de las familias Campillo o Mendiguchía en cualquier barrio de Falencia, en la mañana del día 16 de diciembre de 1960. Es el día siguiente a la boda del rey Balduino de Bélgica con la española Fabiola de Mora y Aragón. Una boda precedida por un, hasta entonces, desconocido impacto mediático, dadas las características de la pareja, el rey triste y la señorita modesta y callada, profundamente religiosos.
Cuatro o cinco amas de casa comentan la boda y presumen de haberla visto por televisión y de todo el lujo de detalles que apreciaron. Por entonces muy pocas familias tenían televisión, cuyas imágenes en blanco y negro eran de muy mala calidad. Pero las mujeres no paran de describir a Fabiola, se quitan la palabra para expresar sus emociones y el orgullo que sienten porque una española normal acaba de acceder al reinado de Bélgica.
La señora a la que le toca la vez, contagiada por el entusiasmo de los comentarios, íe pide a la dependienta:
—Dame una de esas barras blancas nuevas, ¡una Fabiola! Dame una Fabiola.
Todas las mujeres se ríen de la ocurrencia, pero la siguiente en el turno pide también:
—¡Pues dame a mi otra Fabiola!
Desde entonces se fue extendiendo el nombre asignado por el ama I casa desconocida y ocurrente y quedó para siempre unida la denominación de Fabiola a una barra de pan elaborada con la misma masa bre-da del pan candeal. Un pan de barra de pan blanco, refinado y de calidad, que habían empezado a elaborar las dos familias palentinas de panaderos al mismo tiempo.